lunes, 12 de septiembre de 2011

El Almodóvar Que Habito


- Pero, señor mío, en la revista decía que se trataba de un melodrama refinado. ¡Y esto es un potaje de lentejas!
No hay duda de quien habla. Soy yo, viendo una de Almodóvar.
Está claro. Si la promoción de sus títulos fuera más sincera y humilde, las palabras correctas estarían entre "sainete trascendido" y "pieza más o menos pretendidamente basuresca."
Así, me ahorraría equívocos.


Todas las películas de Almodóvar me interesan como cinéfilo, la mayoría me hacen gracia. Pero muy pocas me gustan y satisfacen como espectador.


Siempre me llevo esa sensación que otorgan las cosas a medio terminar, lo que pudo ser mejor, lo que vive entre grandes premisas y tibios resultados.


Muchos de sus adictos viven añorando un estilo de comedia que Pedro no cultiva desde hace más de veinte años.
Pero Almodóvar sigue siendo el mismo. Y ese es precisamente el problema.


Es un señor muy basto que gusta vestirse con trajes demasiado exquisitos. Desea la elegancia, pero no puede - o quiere - dejar de ser cañí.
En esa encrucijada, encuentran sus fans la expresividad y la clave del atractivo de lo almodovariano.


También se hallan sus limitaciones. Es una apología de lo desafinado, del todo vale y del porque sí.
De resultas, Almodóvar es la estrella de sus películas, por encima de personajes e historias. Si te gusta él, te gusta su cine.


Almodóvar se mueve más por el corazón que por auténtica pericia.
Esto puede proporcionar películas muy sentidas, o puede ser un fracaso de entrada para según qué jardín en el que se aventure.


Para colmo, el señor Pedro se ha lanzado a inventar nuevas reglas narrativas, cuando muchas veces ha dejado claro que no domina demasiado las clásicas.


Como guionista, Almodóvar es malo. En realidad, se parece a una vieja contando un chisme.
Es pesada, reiterativa, se va por las ramas, inventa sobre la marcha y se para en seco cuando quiere enfatizar lo importante. Tan entrañable.


Si la señora tiene el día ordinario, puede relatar el detalle escabroso de su cotilleo con pelos y señales.


En cambio, si quiere hacerse la fina o su interlocutor es de Minnesota, la vieja optará por contar el bonito cuento de la cigüeña.


No hay ningún ofensa moral en mi consideración.
Un señor como Tarantino también es un frivolón, pero sus películas son simplemente mejores.
Hasta para la mayor burrada, o precisamente para ella, se requiere oficio y talento.


Cuando se le achacan errores garrafales, sus defensores los llaman "almodovaradas", algo así como licencias de creador corajudo.
A Almodóvar se le ha disculpado lo que no se le perdona a casi ningún otro realizador cinematográfico.


Esto viene a cuento, evidentemente, de "La Piel Que Habito".
La considero el ejemplo perfecto de hasta qué punto aquellas licencias se convierten en estas arrogancias.
Y, de una manera clara, el emperador aparece en paños menores.


"La Piel Que Habito" es la incompetencia hecha película, firmada por un director que no sabe lo que está contando y, desde luego, no sabe cómo hacerlo.


Está estructurada de tal modo que su niptuckiana trama resulte sorprendente.
Para ello, el señor Pedro se pone narrativamente ambicioso, de manera parecida a intentonas anteriores.
Pero, cuando llega el shocker, el espectador llega exhausto y va vencido desde hace rato, por simple acumulación de lo tremendo.


No se supera el tigre brasileño, ni las dos violaciones, ni el par de suicidios, ni la loca metiéndose en el armario.
No es el contenido del trashfest lo que molesta. Es la mala distribución de los momentazos, el pésimo ritmo para contarlos y las desastrosas interpretaciones.
Parece un programa del corazón. Todo el rato gritando.


Y esa lujosa puesta en escena, atiborrada de referencias e intenciones, sólo contribuye a realzar el ridículo de la propuesta.


Tres sensaciones fundamentales: risa, vergüenza ajena y aburrimiento. Inquieto yo en la butaca, señor mío.
Hubo un instante en que esbocé mi clásica sonrisa malvada, esa que me surge ante lo realmente pésimo.


Sucedía en la secuencia de la boda.
Una sensación de remilgo anacrónico me hizo pensar verdaderamente que José Luis Garci había poseído a Almodóvar.
Cuando el asunto se trasladó al jardín, cambié de opinión.


Se trataba del espíritu de Jacqueline Susann, otra cafre con ínfulas de glamourosa.
Entre el heterocruising y la inenarrable media violación, sólo eché de menos una intervención especial de Pia Zadora.
¿Acaso será "La Piel Que Habito" un clásico del camp en años venideros? Only time will tell.


En "La Piel Que Habito", reinan los personajes desdibujados, caricaturas, meros peones de sordidez, que no interesan a nadie.


Esos personajes que balbucean "¿Qué ha pasado?" cuando se despiertan de la anestesia, o prorrumpen en un carcajeante "¡Lo sabía!" antes de morir.
Es barato, es holgazán, no es serio.


"La Piel Que Habito" no es siquiera una película mala de 2011.
Es una película mala de los setenta, un pseudo-terror golfante, con señores viciosos que fuman opio y detentan mazmorras sexuales.
Explotativo, decadente, risible.


La escena final calibra la calidad de la película por sí sola.
Como ya es costumbre de la casa, el personaje almodovariano se enzarza en un diálogo horroroso, explicativo, sin visos de estilo, que repite lo que el espectador ya ha visto y padecido.
En esta ocasión, también se aprovecha para cerrar esa caradura trama de la amiga lesbiana, una excusa suficiente para tirar a Pedro al suelo y darle de patadas.


Si el señor Almodóvar hubiese hecho los deberes, "Mi Querida Señorita" le habría enseñado un par de cosas.


Hace cuarenta años, Jaime de Armiñán nos contaba la misma historia. El corazón no se cuenta por los genitales, sino por las ganas que tenemos de volver a casa.
Basta comparar las secuencias finales de ambas películas. Es lo que dista lo hermoso de lo inepto, ni más ni menos.


"La Piel Que Habito" también podría haber bebido de la triste, irregular, fascinante "Tamaño Natural", donde el llorado Luis García Berlanga nos contó el amor entre un señor burgués y su bella muñeca.


De nuevo, basta comparar. Es lo que dista de poner los cojones sobre la mesa como director, y no ponerlos en absoluto.


Pero puede que me equivoque.
Muchas voces sensibles y ciertas mentes sensatas han expresado elogio hacia "La Piel Que Habito" desde su estreno.


Últimamente, las películas no desatan más que controversia.
Son como discotecas de luz y de color, más allá del bien y del mal. O bailas o no bailas, he ahí la cuestión.


Por mi parte, estas lentejas, que se las coma él.

9 comentarios:

Justo dijo...

Ojalá y todas las críticas adversas que se le están haciendo tuvieran la altura de la tuya, tan bien argumentada y certera -aunque yo no comparta determinados criterios, pero son muy respetables-.
Como nos suele pasar en tantas cosas -por ejemplo en política- a veces defendemos con más ahínco una causa sólo por el horror que nos provoca quienes vociferan desde la acera de enfrente.

Yo tiendo siempre a alabar las películas de Almodóvar, aunque a veces haya sido incapaz y prefiera callarme -por ejemplo en Los abrazos rotos, La mala educación o Carne trémula-.
En esta ocasión sí me ha gustado, aunque no dejo de ver errores de bulto, como la complicación innecesaria del guión en una película que se supone quiere ir a la esencia o la regular estructuración de la trama: como tú dices, las revelaciones llegan a destiempo.
Eso sí, me parece que sabe seducir con las imágenes y los diálogos, y las interpretaciones -discrepo contigo- me parecen muy buenas.

Athena dijo...

¡Plas, plas, plas! (aplausos). La primera parte de la entrada es una perfecta explicación de lo que pienso de Almodóvar. Qué gusto leerlo tan bien expresado. La última no la he visto, pero me hubiera encantado hacerlo con usted.

Anónimo dijo...

Muy bien Josie!

Eduardo Fuembuena dijo...

Muy bien Josito. Has expuesto espléndidamente tú opinión sobre la película de Almodovar, tú opinión, que es lo que venimos buscando cuando entramos en tú blog.

Ahora, sin ir en detrimento de ésta, en este caso en particular, yo creo que las preguntas que habría que responder, (en alguna parte del texto se escucha una débil vocecita enunciándolas), serían...

1. ¿Quiénes han aupado a Almodovar como autor total? ¿Por qué?

2. ¿Por qué se le consiente casi todo al incuestionable cineasta? (las opiniones del Boyero, vía grupo PRISA, parecen también débiles protestas bien orquestadas y necesarias para crear la impresión de diversidad de opiniones, o para ser más osados, de libertad de expresión).

A motu propio ¿Por qué cada media hora alguien prestigioso y bien situado politicamente proclama que Almodovar fue el primer cineasta del así denominado "cine gay" en España, sin duda equiparable a Fassbinder?

Barriendo para casa... ¿Que pasa con Eloy de la Iglesia y sus clásicos de los 70 y los 80 anteriores a "La ley del deseo"?

En fin, será el infame órden de las cosas de haber sido proclamado Apóstol de lo progre...

Saludos.

Justo dijo...

Hombre, me meto donde no me llaman, con mucho respeto, eso sí, y respondo a Lord Alfred:

-Almodóvar no es incuestionable en España.
Dudo que haya un personaje del cine con tantos detractores, desde hace ya décadas, y siempre han dispuesto de muchos medios para su libre expresión.
Creo que Kika fue, por ejemplo, la película del cine español más unánimemente atacada desde todos los medios de comunicación españoles, y con mayor saña, mientras en el extranjero recibía desmesurados elogios.

-Eloy de la Iglesia está muy reivindicado en la actualidad, y sus méritos reconocidos por buena parte del público y de la crítica.
Ello no quita para que las primeras películas de Almodóvar, y muy especialmente La ley del deseo fueran más allá que ninguna otra que se hubiera realizado en España -y en buena parte del mundo- hasta ese momento en la plasmación de una homosexualidad liberadora que anunciaba los nuevos tiempos. Artísticamente podrá gustar más o menos, pero ese mérito como mínimo me parece que es innegable. Aún a día de hoy es una referencia en el mundo LGTB de muchos países, como para nosotros lo fue en su momento Fassbinder, Pasolini o Warhol.

Un saludo

Lila dice dijo...

Excelente post

Josito Montez dijo...

Muchas gracias a todos.
Me alegro de que el post haya gustado hasta a los defensores de la película.
Ha sido uno de los más difíciles, meditado durante una semana y con sensaciones contradictorias; debía emprenderla con un director que, a pesar de lo que he escrito, respeto muchísimo.

He hablado de "La Piel Que Habito" como espectador y cinéfilo.
Otras consideraciones político-sociológicas sobre la figura de Almodóvar darían para post más extensos, discusiones más largas y, quizá, fuera del tono del blog.

Ayer se batió el récord de visitas en "Josito Montez", y sólo puedo decir gracias.

Ernesto dijo...

Yo agregaré un topicazo: lo respeto pero no lo comparto. A mí el cine de Almodóvar me gusta, me encanta, me fascina. Me flipa cuando homenajea (o plagia) a los grandes o cuando se autohomenajea (la violación del tigre en "La Piel que Habito" es calcada a la de "Kika"), y todo esto lo hace único, en definitiva suyo. Pocos directores hoy día pueden jactarse de tener un estilo que incluso posea adjetivo: almodovariano. Te puede gustar o lo puedes detestar pero es algo que sólo lo consiguen los grandes. Provocar, al fin y al cabo eso es el arte.

Joaquinitopez dijo...

Bueno "Mi querida señorita" era una notable cursilada, no por otra cosa que por el tiempo en que se hizo. Por cierto, la historia no tiene nada que ver pues mientras Armiñan se acerca más a Carmen Martín Gaite y "Entre visillos", Pedrooooo se acerca a Frankenstein y a La parada de los monstruos.
Desde luego no comparto en absoluto tu opinión, realmente en nada de lo que dicho en esta entrada.
Está claro que no te gusta Almodóvar. Partiendo de ahí...poca cosa se puede comentar; pero aun así me parece que es un ataque en exceceso global y virulento que hubiera entendido más en La mala educación, por ejemplo. He observado que es efecto habitual ante la obra de Almodóvar: o le veneras o le odias, no a él, por supuesto.
Creo que es la primera vez que hago un comentario en un blog para decir que no estoy de acuerdo en absoluto. No me gusta hacerlo pero es que....es Pedro.
Por otra parte no es cierto que esté en desacuerdo absoluto, sólo te acepto el exceso de diseño, algo que siempre ha pesado en su obra. Residuos de la posmodernidad, supongo. Lo que también te tengo que elogiar es el rigor en tu argumentación, aunque ya te digo que no la comparto.
Un abrazo