viernes, 10 de octubre de 2008

Prensa


Quieres saberlo todo. Y, para tu tranquilidad, la prensa ha llegado al barrio. Se ha asentado con sus unidades móviles, sus sillas de plástico y sus cables de electricidad, que reptan como gusanos por la calle.


La retransmisión en directo comenzará en breve. Los curiosos se agrupan en torno a los reporteros. Por fin, el barrio vivirá en las ondas de radio, en los rayos de la televisión, en las portadas de los periódicos.


Así lo quiere la prensa, que ha calibrado el morbo y ha dispuesto que hay cantidad suficiente. Como si se tratase de un pequeño pozo petrolífero, traen los instrumentos necesarios para extraer el crudo. Qué mal huele, pero qué excitante sabe.


El café se vierte en los vasitos de plástico. En la oficina, no dejan de recibir llamadas sobre lo que está sucediendo. Los teletipos y los correos electrónicos confirman las distintas versiones. ¿Con cuál deberían quedarse? ¿Con la mejor o con la más sensacional?


El estruendo de las altas impresoras sólo es comparable a lo que se graba precisamente en esas largas hojas de papel. Qué escándalo. Mañana lo sabrá el mundo.
La Bolsa bailará samba al compás. La guerra se terminará o empezará. La sociedad tendrá más miedo o se sentirá más libre. Los famosos se esconderán en sus mansiones o querrán desnudarse en sus yates.


Todo es influencia para este cuarto poder; cotilla, insaciable, depredador, inteligente, dardo y diana de críticas y calumnias.


La prensa se agazapa en muros, corre por las calles, vuela por las carreteras, sitia los aeropuertos y llama a las casas con sus infames interrogatorios. Es odiada y necesitada.
Asegura que retrata para la posteridad, cuando sus retratos sólo existen porque son actualidad.
El ataque está en el verbo. Y la prensa vive del ataque.


Querías saber la verdad. Y ese era el precio: no saberla en absoluto. Recogerán sus equipos y se irán cuando el espectáculo se acabe. Lo dejarán todo increíblemente sucio.

1 comentario:

Groupiedej dijo...

El problema del periodismo es haber dejado de serlo. ¿Para qué queremos la verdad y la objetividad cuando se puede hacer dinero?