sábado, 19 de julio de 2008

Saga


Si sientes que formas parte de un todo, si te consideras un episodio, si eres heredero, vives en una saga.
Tu apellido es tu identidad y lo defiendes con la vida. Porque debes continuar lo que empezaron los pioneros de la tierra y tienes que proveer a las generaciones del futuro.


La guerra, los testamentos, las heredades, los escapularios y los daguerrotipos. Son sólo los objetos de una mitología inabarcable, que se pierde en la oscuridad de los tiempos, cuando se formó tu linaje.


Llegaron a un páramo, donde el eco era entonces la única compañía. Se trocó en ciudad, en sociedad y en casta. Y se sucedieron los problemas, los litigios, los hijos ilegítimos, las venganzas y las grandes hazañas.
Tus antepasados cruzaron el mundo, lloraron con un retrato de un amor imposible entre las manos, sufrieron mil enfermedades y, cuando todo parecía perdido, volvieron a casa.


Hay tanto misterio en el ayer, que es mejor reinventarlo. O quizá volverlo romántico. La vida es un río en esta saga. Las fuentes de ese torrente deben estar bien provistas.
Alguien alzó una lanza en el momento preciso, alguien consiguió la felicidad, alguien fue traicionado, alguien perdió la inocencia y se volvió asesino.


La sangre que se atropella en tus venas es la misma que se derramó sobre el valle, hace tantos siglos, hace tantas historias.

1 comentario:

Eduardo Fuembuena dijo...

Bellísimo Artículo, Montez.

Saludos.

Lord Alfred Bruce Douglas.