"¡Oh, Dios mío! ¡Una peluca! ¡Lleva peluca! ¡Su pelo es tan falso como ella!", grita Neely O'Hara, con el postizo de Helen Lawson en la mano.
Cuando "El Valle de las Muñecas" parece haber terminado con todos los cartuchos de lo delirante, nos obsequia con la catfight más surrealista de la historia, ambientada en el cuarto de baño femenino de una fiesta de Broadway.
Antes del "despelucamiento", Neely y Helen se han llamado de todo.
Han mentado sus adicciones, sus edades, sus carreras y a los lilas de sus respectivos novios y maridos.
Y Neely, tan rabiosa como siempre, saca las uñas y empieza la trifulca. En medio, descubre la cabellera cana de la Lawson, la gran diva de Broadway.
Y empieza la carrera por todo el cuarto de baño. Neely se encierra y tira la peluca al retrete, pero "¡ni esto se la traga!". La lanza al piso, mojada e inservible, agarra su bolso y se larga.
Helen, todo compunción, encuentra el coraje de volver a la fiesta, luciendo canas y dignidad.
Es, sin duda, el momento en que la película se hace trascendente desde su propia incompetencia. A partir de ahí, viene la leyenda inmediata. Pero no es el único.
Porque "El Valle de las Muñecas" tiene el récord de situaciones y diálogos ridículos, impostados sobre secuencias de aguda afonía melodramática.
Otro highlight es la estancia de la infatigable Neely O'Hara en el sanatorio de desintoxicación. Lo que tendría que resultar perturbador e inquietante, se convierte para el espectador en un maratón de risas.
La bañera relajante cubierta con una manta, el placaje de las enfermeras y el asalto de la "homosexual en potencia" se desarrollan en sucesión de escenas, mientras la boca del espectador se convierte en una O continua.
La locura culmina con el encuentro de Neely y el pobre Tony Polar. Éste postrado en una silla de ruedas, tiene fuerzas para cantar a dúo "Come live with me" en medio de la sala de recreo del sanatorio.
Tony ya había protagonizado otra secuencia estupenda, cuando sus piernas fallan, al bajar una escalera.
Pero allí estaba su querida Jennifer North para socorrerlo de una manera un tanto extraña y gritar: "¡Oh, Tony, Tony!".
Pero volvamos a Neely, la dueña absoluta de los momentazos. Otra cumbre de la película es cuando descubre a Ted Casablanca, su segundo marido, bañándose desnudo en la piscina con otra señorita. En la trifulca, Neely lo llama "afeminado", a lo que Ted responde: "Necesitas gafas, nena, es lo menos parecido a un chico".
Mi favorito es, sin ninguna duda, el final de la O'Hara, sola en el callejón, borracha como una cuba, e imprecando a Dios, a todos los personajes de la película y a su gloria perdida.
Ese instante define la fórmula resultante de tanto exceso: vergüenza ajena por un tubo, pero la deliciosa sensación de que no has visto nunca nada igual.
La bañera relajante cubierta con una manta, el placaje de las enfermeras y el asalto de la "homosexual en potencia" se desarrollan en sucesión de escenas, mientras la boca del espectador se convierte en una O continua.
La locura culmina con el encuentro de Neely y el pobre Tony Polar. Éste postrado en una silla de ruedas, tiene fuerzas para cantar a dúo "Come live with me" en medio de la sala de recreo del sanatorio.
Tony ya había protagonizado otra secuencia estupenda, cuando sus piernas fallan, al bajar una escalera.
Pero allí estaba su querida Jennifer North para socorrerlo de una manera un tanto extraña y gritar: "¡Oh, Tony, Tony!".
Pero volvamos a Neely, la dueña absoluta de los momentazos. Otra cumbre de la película es cuando descubre a Ted Casablanca, su segundo marido, bañándose desnudo en la piscina con otra señorita. En la trifulca, Neely lo llama "afeminado", a lo que Ted responde: "Necesitas gafas, nena, es lo menos parecido a un chico".
Mi favorito es, sin ninguna duda, el final de la O'Hara, sola en el callejón, borracha como una cuba, e imprecando a Dios, a todos los personajes de la película y a su gloria perdida.
Ese instante define la fórmula resultante de tanto exceso: vergüenza ajena por un tubo, pero la deliciosa sensación de que no has visto nunca nada igual.
3 comentarios:
Estimado Josito,
Después de humillarme a mí mismo el domingo pensé, el lunes, que no tendría valor por volver a postear en tu blog, pero siempre me queda la excusa de Michael: "Dios mío, ¡Qué borracho estaba anoche!" y luego, el artículo sobre tu gran hito camp merece que vuelva al buen rédil, penitente.
Si. La secuencia de la peluca es delirante y muy divertida. Se me ocurren otras que lo son casi tantos, (la secuencia de los anuncios de laca, o era champú?, para seguir con el tema).
Pero sin duda, el clímax que tú destacas es memorable y, supongo, bastante desalentador para muchos espectadores tan autodestructivos, como Neely; por otra parte, aunque es muy simbólico, siempre he pensado que Neely volvería a intentar resurgir, (aunque fuese para volver a tropezar), y que el culpable de que esa vez no lo consiguiese era Paul.
Añadiré que hace un tiempo encontré a la sombra de Patty Duke en una película poco recomendable titulada "Amityville: The Evil Escapes", (si, lo reconozco soy fan del tema Amityville). No me interesó demasiado el argumento de la película, porque no pude dejar de ver lo gorda e inchada que se había puesto la Duke. Viendo fotos más recientes veo que ha recuperado parte de su figura, y me alegro.
Saludos.
Welcome back!
De humillaciones puede estar usted a salvo. En este blog y en esta cabeza pensante, se tiene por costumbre no juzgar a nadie (a no ser que se me toque las narices y tenga que sacar la percha de metal, claro).
Sobre el tema que nos ocupa, sólo añadir que el anuncio de la Chica Gillian que protagoniza Barbara Parkins es un momento de tal categoría que tendrá su mención en próximas entregas.
Y, sí, la cuestión Neely. En la novela, queda claro que su periplo de comebacks y recaídas continúa. Téngase en cuenta que el personaje estaba basado en Judy Garland, que, por aquellos, tiempos todavía anda viva y coleando fama, lágrimas y hombres nefastos.
De hecho, como bien sabemos, la propia Garland iba a interpretar a Helen Lawson en la peli. Y se fue de ella, de la misma manera que Neely se va del espectáculo "Tell me Darling".
Saludos!!
Solo añadiré a tus justísimos recalcos:
No Wire Hangers, Ever!!
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