Mírese atentamente en el espejo y piense en el futuro. Es ese lugar donde usted quiere seguir existiendo, limpio e inmaculado.
Su espíritu debería vencer. Se lo merece, pese a la guerra perdida y la inflación.
La crisis ataca el bolsillo, ataca la mente, deja seco de ganas y de apetito.Unos pocos se llevan el beneficio del crédito; esos que viven en el banco, asientan registros, cuentan el dinero y, de noche, encienden la menorá.
Se lo llevarán todo. No sólo el dinero, sino el espíritu.
El espíritu se siente, no puede contarse con palabras, nace desde las tripas, lo enseñaron papá y mamá.
Pero se aplasta cuando llegan los de fuera, cuando irrumpen los que no son como usted, cuando se pasean tranquilamente por la calle aquellos que lo humillan día a día.
Y es también una cuestión estética. Usted es un atlante, una belleza aria, que se eleva cual castillo de imponente rubiaciedad, frente a esos mequetrefes del crédito y la menorá.
Usted hoy debería ser nazi, porque está pensando como tal.
Contemple cómo el Reichstag arde en llamas. A veces, es tan divertido y satisfactorio ver el mundo patas arriba.
Hoy es usted un nazi. Sólo queda parecerlo.
Para ello, tiene el vestuario militar más deslumbrante del siglo, que reforzará su privilegiado físico, anunciado en la propaganda como la traducción perfecta de lo que debería ser Alemania.
Para ello, tiene el vestuario militar más deslumbrante del siglo, que reforzará su privilegiado físico, anunciado en la propaganda como la traducción perfecta de lo que debería ser Alemania.
Pero el espejo se hace añicos en cuestión de segundos.
Desde el incendio del Reichstag hasta la caída de Berlín, apenas ha pasado un instante. Diez años, quizá; una década, una generación, una época.
Y las banderas soviéticas - ¡precisamente esas! - se clavan en lo que queda de los edificios, mientras la guerra y la posguerra se difuminan en el desastre. Vuelve la ruina, reina la indignidad, se acaban los tiempos.
Usted, el nazi, desaparece para siempre. Así lo piensa el mundo, así lo quiere pensar Alemania. Especialmente, cuando se desvela el dirty little secret.
Usted, el nazi, desaparece para siempre. Así lo piensa el mundo, así lo quiere pensar Alemania. Especialmente, cuando se desvela el dirty little secret.
Un famoso criadero de judíos llamado Hollywood lo encumbrará como la mejor definición posible de la villanía internacional.
Cuando aparece la esvástica, irrumpe el peligro.
Y los héroes reaccionan aterrados, intentando escapar de los que queman libros en la plaza pública, torturan con frialdad, olisquean mestizajes y quieren dominar el mundo.
Y los héroes reaccionan aterrados, intentando escapar de los que queman libros en la plaza pública, torturan con frialdad, olisquean mestizajes y quieren dominar el mundo.
Lo nazi es el puro desprestigio, la magna calumnia, la culpa total, absoluta e irreversible.
Pero se considera un cáncer tratable y aislable, cuyos brotes ocasionales son rápidamente detectados, extirpados y tirados al retrete.
Pero lo nazi fue, una vez, lo más parecido al futuro.
Desde su propia democracia, un país se convirtió en una maquinaria de vigilancia y propaganda, donde el gamberrismo se hizo institucional.
La súperhumanidad que promocionaba se consideraba como el último paso de la evolución del pensamiento.
El ser humano había ignorado su verdadera naturaleza animal, su auténtico espíritu de cazador y su papel de agente defensor de la madre patria. Era momento de recuperarlo todo.
Desde su propia democracia, un país se convirtió en una maquinaria de vigilancia y propaganda, donde el gamberrismo se hizo institucional.
La súperhumanidad que promocionaba se consideraba como el último paso de la evolución del pensamiento.
El ser humano había ignorado su verdadera naturaleza animal, su auténtico espíritu de cazador y su papel de agente defensor de la madre patria. Era momento de recuperarlo todo.
Lo nazi era una aberración sentimental, que confundía orgullo de patria con primacía racial, biología con cultura, ley del más fuerte con justicia universal, sinceridad nacional con mentiras de las masas.
Lo irónico es que pudo ganar la guerra y reinar para siempre, porque, entre otras cosas, tenía el poder de la convicción.
Lo irónico es que pudo ganar la guerra y reinar para siempre, porque, entre otras cosas, tenía el poder de la convicción.
Aún así, lo nazi no murió ni en 1945 ni en el juicio de Nüremberg ni en las arrepentidas ruedas de prensa de Leni Riefenstahl.
Lo nazi es la perversión crónica de la vanidad, la de aquellos que se miran en el espejo y se dan demasiada importancia a sí mismos.
Lo nazi es la perversión crónica de la vanidad, la de aquellos que se miran en el espejo y se dan demasiada importancia a sí mismos.
3 comentarios:
Lo nazi es narcisismo en su estado puro. Placer por lo sado-maso y el deseo oculto de un creacionista huidobriano de derecha, ser pequeños Dioses.
Sobre todo lo que has dicho acertadamente hay que añadir ese nazismo barriobajero pero incluso más efectivo de personajes que se dedican a las Bellinas o las modelos, ese nazismo que, si no se remedia, será nuestro futuro muy pero muy inmediato
Un abrazo y felicidades por la entrada y la selección de imagenes
Completamente de acuerdo con lo que ambos apuntáis, en el sentido de nazismo como vanidad y narcicismo.
Muchas gracias, Joaquinito, otro abrazo pa ti también.
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