viernes, 27 de noviembre de 2009

Locos por "Glee"


Es la palabra clave de la temporada.
En su primer año y con sólo once capítulos emitidos, "Glee" se ha hecho fenómeno de culto entre espectadores de todas las edades.


¿Pero qué significa? "Por su propia definición, Glee es abrirse a la alegría".


En el ambiente mediocre y triste del Instituto William McKinley de Ohio, esa sensación de regocijo es precisamente lo que hace falta.


Glee Club, banda musical dirigida por el profesor Will Schuester, funciona como una actividad extraescolar en dicho instituto.


Pero pertenecer a ese grupo significa estar en lo más bajo del estatus social del siempre cruel high school.
¿Qué importa más a los adolescentes? ¿La promesa de gloria que ofrece ese club o mantener la popularidad que brindan el fútbol y las coreografías cheerleader?


En este paisaje de la crisis, en este mundo de falsas promesas, hacerse mayor y perder son dos realidades que conciernen también a los jocks y a las animadoras.
Por ello, quizá la respuesta esté clara.


"Glee" toma prestado ese tono, entre emocionante y patético, de los concursos de nuevos talentos, donde tiernos jovenzuelos apuestan las cuerdas vocales y las ilusiones, síntoma de su incesante escape de la existencia que llevan.
Porque el musical posmoderno ya no expresa sólo los sentimientos de los personajes, sino su necesidad de fuga.


Confeccionada por Ryan Murphy ("Popular", "Nip/Tuck"), "Glee" insiste también en la obsesión norteamericana por las apariencias y la tendencia a la autoetiqueta, a pesar de que ésta acelere la infelicidad de manera manifiesta.
"Glee" nos cuenta que incluso la rareza puede convertirse en una máscara social bajo la que esconderse.


La riqueza de los personajes permite trascender los estereotipos habituales de las comedias high school.


Así, Rachel Berry, la talentosa y romántica heroína, es retratada como una sabelotodo insoportable, mientras la serie se muestra curiosamente compasiva con la pobre suerte de Quinn Fabray, su némesis e indiscutible abeja reina de las animadoras.


Incluso Sue Sylvester, la tremenda villana en chándal, decidida a acabar con el Glee Club, guarda secretos y sorpresas.


Con medio reparto proveniente de Broadway, "Glee" es un festival de canciones populares reinterpretadas genialmente.


Y, a veces, de una manera muy poco ortodoxa.
Valga como ejemplo ese episodio en el que los alumnos cantan y bailan bajo la inadvertida influencia de unas anfetaminas.


La serie también resulta una oportunidad para reafirmar la valía de dos catódicas tan adorables como Jane Lynch y la monísima pelirroja Jayma Mays.


Perfecta combinación entre la acidez de la sátira y la calidez del musical, "Glee" todavía tiene mucho que ofrecer. Y sospechamos que será aún mejor.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Es un puntazo. Yo, que vivo en EEUU, estoy enganchado. Es una mezcla entre Grease, Operacion Triunfo y Cry Baby.

Josito Montez dijo...

Muy buena comparación, amigo Squirrel.