miércoles, 4 de noviembre de 2009

1936


Los Juegos Olímpicos de Berlín supusieron la puesta de largo del nazismo, que derrochó soberbia y no escatimó en gastos.
Pese a que Alemania arrasó en el medallero, la estrella de la Olimpiada fue el afroamericano Jesse Owens.


Preguntado al respecto, Hitler aseguró que eran explicables sus victorias, debido a la mejor forma física de ciertas razas inferiores.


Ese año, el terrible Adolf volvía a saltarse el Tratado de Versalles, ocupando territorios como él sólo sabía hacer.
Cerró su alianza con Italia y dictaminó que todos los muchachos alemanes eran y serían Juventudes Nazis.


El brazo en alto hacía furor en Europa. Y, cuando la derechona española consideró que el resultado electoral no era de su gusto, abrió la puerta a los generales.


Empezó la Guerra Civil tras el alzamiento nacional, mientras los republicanos lanzabas armas a los aldeanos desde los carromatos.


Los fachas acorralaron y mataron al poeta. El oscurísimo futuro del país quedó decidido en ese mismo instante.


La piel de zorro era rabiosa tendencia, especialmente si se lucía en el escenario apropiado. Es decir, en la pantalla plateada.


"My Man Godfrey" satirizaba la aristocracia de Park Avenue, la misma que seguía gastando dinero a manos llenas en plena Depresión.
El resto del país continuaba bajo terapia rooseveltiana, mientras Bing Crosby cantaba que caerían "Pennies from Heaven", tarde o temprano.


Todos lloraban de emoción, leyendo los primeros ejemplares de "Lo que el viento se llevó", oda al pasado perdido, metáfora del presente arruinado.


En el cine, Fred Astaire y Ginger Rogers seguían la flota, y "San Francisco" fue la película más taquillera del año.


Las claves: Clark Gable, los gorgoritos de Jeannette MacDonald, Spencer Tracy vestido de cura y opulenta reconstrucción Metro del infame terremoto.
Colofón del musimelodrama, en definitiva.
Porque el pastelón se prefiere con muchas capas, como también enseñaba la mamotétrica "El gran Ziegfeld", reivindicación del empresario hecho a sí mismo.


¿Quién podía entender los tiempos modernos?


Ni siquiera Charlot, que quedaba atrapado en los engranajes de la industria y en los dictados del mundo civilizado.
Sí, tan "civilizado" que, a fuerza de levantar el brazo, desafiaba a la propia humanidad.


Fritz Lang ya se había escapado. Mañana vendrán a por ti, decía en "Furia".

2 comentarios:

Camilo dijo...

Un mal año que auguraba peores. Menos mal que quedaba algo de esperanza en el reino de Oz.

Lee Van Cleef dijo...

Que miedito Hitler and company,solo de pensarlo...
Adoro a Clark y a Spencer Tracy.