domingo, 12 de julio de 2009

Joanne


Ha sido la mujer más envidiada del mundo durante cinco décadas.
Pero la mujer de Paul Newman fue, además, una de las grandes actrices de su generación; un estatus que decidió llevar con discreción, quizá eclipsada por el carisma y la popularidad de su marido.


Joanne Woodward era una niña mitómana que adoraba Hollywood.
La leyenda cuenta que, en el estreno de "Lo Que el Viento Se Llevó", Joanne, con sólo nueve años de edad, se coló en la limusina de Laurence Olivier y corrió a sentarse en su regazo.


Tanta emoción por el estrellato ajeno no se corresponde a la Woodward que conocimos después, que prefería enfrascarse en los desafíos interpretativos que perder el tiempo en celebraciones glamourosas.


Una belleza rubia muy poco convencional, Joanne irrumpió en escena a mediados de los cincuenta, compaginando cine, televisión y Broadway.
Dicen que acudió aterrada al rodaje de "El Largo y Cálido Verano"; allí estaba su amor imposible, el hombre que deseaba y que no podía tener.


Se habían conocido años antes y la atracción fue mutua y evidente, pero Paul Newman estaba casado y se impuso la convención.
Pero, después de "El Largo y Cálido Verano", no hubo vuelta atrás. Joanne se convirtió en la segunda esposa de Paul en 1958.


Suponían la pareja más particular de Hollywood, que conjugaban atractivo, talento y fidelidad.
Una ecuación que parecía imposible.
Newman resolvería la incógnita con una famosa declaración al respecto: "¿Para qué salir a por una hamburguesa cuando tengo un steak en casa?".


1958 sería el año dorado de la Woodward, cuando "Las Tres Caras de Eva" se confirmó como éxito inesperado.
En ella, interpretaba a un ama de casa con triple personalidad, cuyo caso clínico se resolvía en términos de psicoanálisis.
Ganó el Oscar a la mejor actriz, y decidió entonces que su especialidad e interés era incorporar a mujeres de psique turbulenta.


A partir de su matrimonio, Joanne vivió prácticamente adosada a los proyectos de Paul; en todo caso, éstos siempre correspondieron a intereses comunes.


Newman y Woodward se declaraban adictos a los estudios de represión sexual e hipocresía social, y consideraban la obra de Tennessee Williams como la mejor de las opciones.


El ejemplo preclaro de su armonía es "Rachel, Rachel", que supuso el debut de Paul Newman en la dirección.


Joanne fue la protagonista, en un papel que encontraría suculento: una maestra de escuela, virgen en plena treintena, que sigue viviendo con su madre en el desolador panorama de la América profunda.


Asqueados de la Costa Oeste, Joanne y Paul se asentaron en su apartada casa de Connecticut, pero nunca pusieron el parón ni a sus carreras artísticas ni a sus inquietudes políticas y caritativas.


El pasado septiembre, Joanne despidió al amor de su vida, tras cincuenta largos y cálidos veranos juntos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Estimado Montez,

Siempre apreciaré las películas en las que Paul Newman dirigía a la Woodward, como aprecio el retrato que usted hace de ella.

Ah! Mi abuela la adoraba.

Un saludo.

L. A.