domingo, 17 de mayo de 2009

Jane


Lo tuvo fácil. Apareció delante de la cámara y demostró que había heredado los ojos de su padre. Y quedó claro. Había nacido una estrella inmediata y se llamaba Jane Fonda.
Un fenómeno sólo comparable a Elizabeth Taylor, Jane es la quintaesencia de la personalidad hollywoodiense y uno de los productos más genuinos de la Meca del Cine.


Su imagen - sexualizada, política, glamourosa - vivió siempre en conflicto con su interés por constituirse como una actriz de categoría.


Pero su perserverancia le permitió ofrecer un puñado de interpretaciones memorables y la Academia acabó por darle dos Oscars a su díscola, querida niña Jane.


En su autobiografía, lectura obligada para los que quieran entenderla, la Fonda relata su propia saga, la de una mujer transformada a lo largo de las décadas que le tocaron, pero, en esencia, siempre la misma ingenua, la misma filántropa, que se equivocó cuando creía que estaba en lo cierto.


Criada en Hollywood, hija de uno de sus actores más celébres, Jane creció sin madre; la oscura, triste Frances Seymour se suicidió en un psiquiátrico cuando Jane sólo tenía doce años.
Tanto Jane como su hermano Peter crecieron a la sombra del señor Henry Fonda, que, según ellos, sólo sabía ser padre en las películas.


Jane Fonda se consagró como fresca y joven promesa en los sesenta.
Conquistó en comedias ligeras como "Domingo en Nueva York" y "Descalzos por el parque".
Sin embargo, su papel emblema, polémico y libidinoso fue la "Barbarella" que interpretó a las órdenes de su primer marido, Roger Vadim.


Lejos de Vadim, al que acusó de someterla sexualmente, la Fonda transitó a la época concienciada, asqueada por la interminable guerra de Vietnam y con la urgencia del feminismo.


Fue hasta Hanoi, para entender el problema, y las imágenes que se difundieron sobre su visita la tacharon de traidora y comunista.


El FBI le pisaba los talones, la tensión se podía cortar con tijeras cuando fue a recoger su Oscar por "Klute" y, poco después, se casaba con el político demócrata Tom Hayden.


Dice que sus vídeos de aerobic fueron publicados originalmente para costear la campaña de Hayden.
En cualquier caso, el inesperado éxito de sus tablas de gimnasia en VHS inició la Fonda de los ochenta: una astuta empresaria en mallas y calentadores.


La pasión política fue intercambiándose por la preocupación por las causas sociales, mientras sus intervenciones cinematográficas se espaciaban.


En los noventa, se casaba con el magnate Ted Turner, el virtual dueño de Atlanta, y la Fonda anunció la retirada.


Sin embargo, cuando ya nos habíamos resignado a perder a Jane Fonda, anuncia su divorcio, publica sus esperadísimas memorias y vuelve a la carga.


Y demuestra, una vez más, cuál es el adjetivo que la define como actriz y como estrella: imprescindible.

3 comentarios:

Ernesto dijo...

Siempre he admirado a esta mujer aunque en realidad creo que sólo he visto una peli suya en la que estaba magnífica: "Danzad, danzad malditos". Genial como siempre Josito. Sigue instruyéndonos así!

Kike Sorroche dijo...

Hecho en falta una foto de Barbarella, todo un icono en su carrera

Josito Montez dijo...

Es que de "Barbarella" ya me extendí en otro artículo y no quería repetirme. He aquí el link, por si te interesa: http://jositomontez.blogspot.com/2009/04/quiero-ser-barbarella.html