sábado, 1 de noviembre de 2008

Fonda


El Hollywood clásico estaba lleno de figuras paternales. Henry Fonda fue, sin duda, uno de sus más excelentes representantes.
Sus ojos grandes y tristes, sus facciones hundidas y su cuerpo desgarbado; Fonda conmovía, porque se hizo emblema de aquel americano medio que sobrevivió a la Depresión y a la Segunda Guerra Mundial.


Había muerto con Sylvia Sidney en "Sólo se vive una vez" y había bailado con Bette Davis en "Jezabel".


Pero el papel que inauguró el Fonda esencial fue su emocionante Tom Joad de "Las Uvas de la Ira". John Ford se atrevía con Steinbeck y ese año, Henry acudía a los Oscars por primera vez.
La estatuilla se la robó su gran amigo de toda la vida; otro padre genial llamado James Stewart. Jimmy y Hank, como así los llamaban los conocidos.
Siempre se negaron a hablar de política. Stewart era conservador, y Fonda, liberal.


El señor Fonda fue un actor versátil, y allí están sus incursiones en la comedia.
Su más memorable aventura en el género fue derretirse frente a Barbara Stanwyck en "The Lady Eve".


Sin embargo, el Fonda poderoso era el que luchaba por causas perdidas, que se constituía como una figura moral en momentos de crisis.
"The Ox Bow Incident" y "Doce Hombres Sin Piedad" son ejemplos perfectos de la imagen que el público buscaba en Henry Fonda.
No cabía duda; tenía la calidez tácita y la autoridad imbatible de un padre al viejo estilo.


No es extraño que inaugurara una dinastía de actores. Sus hijos, Peter y Jane, y su nieta, Bridget, le sucedieron en talento artístico y estrellato hollywoodiense.
Peter y Jane fueron precisamente los que, a través de sus respectivas autobiografías, describieran la vida privada de Henry Fonda como el fracaso continuado de la formación de una familia.
Lo califican como un señor frío y distante, y ambos confiesan que dudaron toda su vida de que su padre los quisiera realmente.


He aquí la amarga ironía. Fonda fue un padre fabuloso para su audiencia, pero jamás logró serlo para sus propios vástagos.
Jane, que lo contestó, lo añoró y lo quiso pese a todo, le dedicó una carta final, comprando los derechos de "En el Estanque Dorado", historia que simulaba la tensa relación entre padre e hija.


Por esa interpretación, Henry Fonda recibía su único Oscar, a punto de morir.
Jane fue a recoger la estatuilla, decidida a llevársela a su lecho.

2 comentarios:

Zinquirilla dijo...

Me encanta Fonda!

Una de mis pelis prefes es Sólo se vive una vez y el otro día El joven Lincoln.

Josito Montez dijo...

Buenísima elección. Ambas son cojonudas, de lo mejor del cine de los treinta.