viernes, 7 de enero de 2011

'Schadenfreude'


Es el placer derivado de la desgracia ajena.
Se considera un impulso irracional, a veces imperceptible, pero cuyas consecuencias a gran escala pueden ser devastadoras.
Amigo del sadismo y de la envidia, el schadenfreude se antepondría a la piedad, a la compasión o a la simpatía.


Hay muchos grados de schadenfreude.
En su más tímida expresión, sería la risa motivada por la torpeza de otro. Es lo que ejemplificaría Nelson de "Los Simpson", el eterno burlón.
Otras muestras más contundentes y multitudinarias serían las salvajadas concebidas como espectáculos, con la arena romana como el mejor ejemplo histórico.


Pero, ante todo, la caída de grandes casas y los escándalos de familias intachables son los mayores motivos de schadenfreude.
La prensa amarilla, rosa y negra ha sido el oportuno canal que ha encontrado la sociedad para insinuar y sojuzgar sobre los pecados de los que están por encima.


Se piensa que, quien ha tenido mucho dinero o demasiado éxito, debería llorar un poco, simplemente por justicia divina.
Muchos ricachones se han visto obligados a abonar ese deber de sufrimiento, ante una audiencia que los envidia y encuentra provecho íntimo en sus momentos de decadencia.


El schadenfreude ha entorpecido hasta investigaciones criminales, porque, en realidad, nace del prejuicio.
Puede ser fatal cuando se sienta en el banquillo a gente concebida como peculiar, excéntrica o fanática, a quien gusta ver con los pantalones bajados.


El schadenfreude es tema de interés para Susan Sontag en "Regarding The Pain of Others".
A propósito de las imágenes de guerras genocidas que llegan a copar los medios de comunicación, Sontag se pregunta si despiertan una reacción antibelicista en la audiencia o, simplemente, un jugoso momento de schadenfreude.


Así, en los países del bienestar, se está aún mejor cuando se ve que otros, muy lejos y muy desconocidos, las pasan putas.


Normalmente, el schadenfreude es más potente cuando se concibe el castigo como merecido.
Explicaría el goce que motivan las ficciones sobre justicieros, donde el momento del cuchillazo al canalla despierta una intensa reacción en el público.
E, incluso, un aplauso políticamente incorrecto.


Ciertos estudios aseguran que los hombres son más proclives a sentir schadenfreude que las mujeres.
Esta hipótesis explicaría, de algún modo, la violencia que ejercen muchos señores sobre aquellos y aquellas que consideran sus enemigos, y que le encuentren incluso la diversión.


En cualquier caso, el schadenfreude es una prueba de baja autoestima.
Ver que los demás fracasan, lloran y sufren es más satisfactorio si uno conoce bien esos estados.

2 comentarios:

El Malvado Ming dijo...

Pocas cosas más schadenfreude que el pelo de Meryl en "A Cry in the Dark".

Anónimo dijo...

Interesante post.