viernes, 20 de febrero de 2009

Locos por el Oscar


"Oscar, tú y yo nos vamos a emborrachar esta noche", le decía Bette Davis a su dorada estatuilla en "La Estrella".
Sinónimo de la gloria absoluta casi desde su creación, el premio de la Academia de Hollywood es codiciado por todos los profesionales de la industria y vive en los sueños secretos de los que desean ser grandes.


La gala anual, el programa más visto de Estados Unidos, es una pasarela de lujo y sonrisas, que deslumbra y despierta envidias en el mundo entero.
Sin duda, el momento clave de la función corresponde a la apertura del sobre, seguida de las caras anhelantes de los nominados y la proclamación del vencedor. Éste acertará a dar las gracias y a nombrar compañeros, jefes, familiares y difuntos en su discurso.


La historia de los Oscars está llena de anécdotas, que Hollywood no duda en redifundir como otro acto más de su ilimitada vanidad. La india de Marlon Brando, el streaker o el ataque de emoción de Cuba Gooding, Jr. son algunos de los momentos preferidos.


También se han sucedido leyendas tales como la posible confusión de Jack Palance al anunciar que Marisa Tomei era la - inverosímil - ganadora del Oscar a la mejor actriz secundaria.


Los Oscars, como programa de televisión, es un producto de alto consumo, que no llega a satisfacer por completo - como cualquier ítem del mercado -, pero que otorga la sensación única de que se digiere lo genuino, la denominación de origen y la marca molona.
Por eso, todos eligen el Oscar, de la misma manera que se opta por la Coca-Cola y se pide la Barbie.


Más americanos que el chicle, los Oscars componen una gala frivolona, pero, en su esencia, resume la filosofía del éxito rápido que adoran en su país.


Es el premio a la competitividad, a la oportunidad, al derroche y, sobre todo, a las ansias de ganar.
Los actores y actrices se vuelven locos por el Oscar hasta el límite de la obsesión, aunque, como indicábamos hace varias semanas, no sea un refrendo seguro a sus carreras.
Pero subir al escenario y acariciar el dorado premio es, para ellos, la interpretación definitiva.


El talento es un aspecto valorable, pero nunca definitorio. Ron Howard pasando por encima de Robert Altman y David Lynch fue directamente una apología del descaro.


En cualquier caso, Penélope, Mickey, Brangelina, la Winslet, el fantasma de Heath Ledger y los niños de "Slumdog Millionaire" estarán el domingo con el corazón en un puño.
Y nosotros también, queriendo aprehender la estela de los elegidos a través de la simple contemplación.


Por cierto, premio para quien logre alguna copia de "The Oscar", melodrama camp de 1966, protagonizado por Stephen Boyd.

5 comentarios:

Zinquirilla dijo...

Un post muy completo, adoro los Oscar, me pongo casi tan nerviosa como la Noche de Reyes, me regalaron uno de chica y con él hacía mohínes delante del espejo (con discurso de agradecimiento incluido) y me sé sus historia y premios al dedillo.

Es la egolatría a la máxima potencia, injusta y olvidadiza, llorona y glamourosa.

Este año entre Hugh, la canción de Latifah, los pelos de Pattinson que es una de las apariciones desveladas, auguran una ceremonia más dicharachera y movida que otros años, porque la audiencia televisiva le ha dad un pelín la espalda en los últimos años.

Son muchas las pelis como Ha nacido una estrella, que lo citan pero muy de pasada, siempre he pensado en que se hiciera una peli tipo El Premio con los Oscar, no sabía esa versión camp que dices, Josito.

p.d.: horror de los horrores, esta mañana me citaron el lunes a las 7 de la mañana por lo que no podré seguir la ceremonia, snif...... snif...

Eduardo Fuembuena dijo...

Stephen Boyd... (SUSPIRO Y MIRADA AL VACÍO).

Zinquirilla dijo...

Lord Alfred, es un piropo o una peli del Boyd? A mí me pareció siempre un cara palo sólo superado por Victor Mature. Por cierto le obligaron a ocultar sus ojos azules para no rivalizar con los de Heston en Ben Hur.

Josito Montez dijo...

Yo estoy con Lord Alfred. Boyd estaba muy weno.
Lord y yo compartimos una adoración hecha película llamada "The Best of Everything", donde Stephen es el galán de la entrañable Hope Lange.

Zinqui, esa cita es laboral o médica?

Eduardo Fuembuena dijo...

Subscribo las palabras de Montez que, como suele ser habitual, ha leído mi pensamiento.

Y añado...

NADIE transmitió tanto fuego como Stephen Boyd en algunas de sus películas de los años 50 y 60, vestido de vaquero, de romano o de ejecutivo. La pantalla y la sala literalmente ARDÍA.

A parte, el mejor culo de la historia del cine.

Saludos.