martes, 18 de marzo de 2008

Jayne en Rosa y Negro


"Para Jayne Mansfield, el arte dramático consiste en cómo llenar un jersey", dijo Bette Davis.
En 1955, Jayne se convertía en todo un deleite para los focos de Hollywood. Un sex-symbol instantáneo, la Mansfield fue la mejor y más entrañable de las imitadoras no oficiales de Marilyn Monroe.
No tenía la vulnerabilidad y el misterio de la Monroe, pero le sobraba descaro y su escote hacía estragos.
América se dejaba los ojos en las tetas de Jayne Mansfield. Y ella lo sabía y supo sacarle partido.


Cuando no hay talento real, se recurre a la energía y al escándalo. Y allí estaba Jayne como la mejor, para llenar portadas y hacer desfilar maridos y amantes por su vida y su imagen. Ella misma lo aseguró. "No llegué a California para ser actriz, sino para convertirme en una estrella".

En su momento de esplendor, Jayne se casó con Mickey Hargitay, que fue el segundo y más famoso de sus tres maridos.
Mickey había sido Míster Universo. Ambos competían en abultado perímetro torácico y tuvieron tres hijos.


Se mudaron al legendario "Palacio Rosa", una mansión de Beverly Hills, que la Mansfield diseñó a la altura de su estulticia.
La vivienda estaba toda pintada de rosa, con cupidos, luces fluorescentes y una fuente que escupía champán rosa.


Mickey Hargitay, fontanero y carpintero antes que culturista, se encargó de construir la piscina en forma de corazón y, por supuesto, del color que reinaba en la muy kitsch mansión.
Jayne y Mickey se divorciaron en 1962.


El reinado de la Mansfield fue efímero y terminó a mediados de los sesenta, cuando las rubias pechugonas pasaron de moda.
Sin embargo, Jayne se embarcaba pronto en una lucrativa gira de actuaciones por nightclubs de todo el país.

Mientras se dirigía a uno de sus destinos, el coche donde viajaba Jayne sufrió un terrible accidente al chocar con un camión. Jayne Mansfield fallecía a la edad de 34 años.

La leyenda dice que Jayne fue decapitada en la colisión. Sin embargo, ha sido desmentido muchas veces.
El mito de la decapitación se debe a la equívoca foto del siniestro, donde se observa una cabellera rubia a varios metros del coche. Esa no era la cabeza de la pobre Jayne, sino una de sus pelucas.

Jayne Mansfield luce hoy como el símbolo de una década de exceso, donde Estados Unidos vivía cierto proceso de neurosis sexual y consecuente descongelación. Jayne nunca fue gran cosa, pero armó el suficiente ruido para ser recordada.

Irónicamente, su hija, Mariska Hargitay, le ha salido talentosa.
Mariska es una reconocida actriz televisiva, muy aclamada por su papel de Olivia Benson en la serie "Ley y Orden: Unidad de Víctimas Especiales".

3 comentarios:

Mae dijo...

Benson, señor
;))

Josito Montez dijo...

Jajajaja! Qué control, Mae. Lo voy a corregir, bensonseñora.

Pati Difusa dijo...

me encanta la foto de la loren mirando con odio-envidia a la mansfield