viernes, 11 de diciembre de 2009

Animal Farm


Decía Alfred Hitchcock que odiaba trabajar con niños y animales. Quizá porque no tenía vía libre para torturarlos, como hacía con sus queridas rubias.
En pantalla, los animales han sido el refugio de la infancia, la reivindicación de la nobleza y la garantía de la inocencia.


La gran estrella de esos animalísticos relatos han sido los perros, en general, y Lassie, en particular.
La collie, contratada en exclusiva por la Metro Goldwyn-Mayer, protagonizó aventuras que la llevaban hasta colaborar con los aliados en la Segunda Guerra Mundial.


Niños actores como Roddy McDowall o Liz Taylor la agarraban con fuerza y no la soltaban.
Lassie era buena, porque los animales no tienen la maldad de los humanos, y éstos deben aprender muchas lecciones morales de aquellos.


Los más pequeños se emocionan cuando aparece un bicho hablando, pensando y conquistando el mundo. Disney y todos los demás cuentacuentos lo han sabido bien.


La alternativa han sido el León Cobarde de "El Mago de Oz" y los incorregibles animales de "Alicia en el país de las maravillas", que no tenían nada de ejemplar.
Precisamente, porque la humanización de estos animales también incluía los defectos y debilidades.


El unicornio, clásico ser del bosque, normalmente en peligro de extinción, supone el símbolo de la pureza exquisita y pasajera de una Naturaleza en crisis ante el avance humano.


Muchos animales en pantalla son sinónimo de esas intenciones ecologistas e incluso provegetarianas, desde Bambi hasta Babe.


Dueño y mascota están normalmente asociados. En el memorable arranque de "101 Dálmatas", los humanos se parecen a sus perros, y viceversa.
Por lo tanto, si el dueño tiene ganas de matar y luchar, su animal puede convertirse en el arma ideal.


Cujo y el Tiburón spielbergiano son dos ejemplos perfectos de que la fauna puede ser muy hijaputa.


El citado Hitchcock le vio la astucia asesina a una pareja de periquitos, y luego lanzó toda la artillería aviar contra Tippi Hedren.
Lo apropiado cuando los animales se portan como animales es salir pitando.


Animalizarse es un clásico de la ficción, como el desafortunado Puck de "El Sueño de una Noche de Verano", la Princesa de los Cisnes y toda la galería de centauros, sirenas y demás metamorfos.


Son imágenes recordatorias de que el ser humano es también un animal y que no puede escapar de esa condición.


Tal vez, todos estos animales sean sólo un espejo.

1 comentario:

Ramón dijo...

Me quedo con la fauna de la Sirenita, tan musicales ellos.

Y ahora me marcho, he de encontrar algun bluebird flying.