martes, 4 de diciembre de 2007

40 Años del Mito Camp (9): Los Herederos


Jacqueline Susann consideró que la adaptación de "El Valle de las Muñecas" era a piece of shit.
Por eso, decidió involucrarse en las siguientes películas que se basaron en sus dos novelas, colocando a su marido Irving Mansfield como productor ejecutivo.
Sin embargo, los resultados cinematográficos de "La Máquina del Amor" y de "Una Vez No Basta" evidencian que fue peor el remedio que la enfermedad.
Ambas son parecidas a la película de Mark Robson, asociando repartos estupendos, un glamour tardío y unos guiones terroríficos.
Tras la muerte de la Susann, Irving Mansfield también supervisaría el remake televisivo de las desventuras de Anne, Jennifer y Neely.
La miniserie se llamó "Valley of the Dolls 1981", y obtuvo mejores críticas que su predecesora cinematográfica.


Sin embargo, la herencia real de "El Valle de las Muñecas" está en su legado de histrionismo melodramático y diálogos absurdos.
Ese que han recogido los "ganadores" de los premios Razzie, en general, y los churretosos backstage dramas de las últimas décadas, en particular.


Ahí está "Queridísima Mamá", el salvaje retrato de la legendaria actriz Joan Crawford, convertida en un festín camp de primer orden, con Faye Dunaway recogiendo el testigo de Patty Duke, en lo que a interpretaciones dignas de parodia se refiere.


También tenemos "Chica Solitaria", con la indescriptible Pia Zadora, cuyo personaje daba sentido literal al genotipo "guionista puta".
Basada en una novela de Harold Robbins, otro rey del best-seller verde y cotilla, "Chica Solitaria" está considerada una de las peores películas de la historia y asesinó la carrera de la Zadora para siempre.

El fracaso de "Chica Solitaria" atestiguó el final de la era de las adaptaciones de novelas tremendas.
Sin embargo, las soap operas televisivas de los ochenta, desde "Dallas" a "Dinastía", pasando por "Muñecas de Papel", también se beneficiaron de los méritos de "El Valle de las Muñecas".
Lujo, cotilleos, adicciones, sábanas sucias, dialógos enardecidos y peleas de gatas aseguraban la diversión.

Y la respuesta fin de siglo al retrato hortera del show-business ha sido, sin ninguna duda, la desastrosa "Showgirls", de Paul Verhoeven.
Tan terrible que no puede dejar de verse, "Showgirls" ya empieza a ser aclamada como un clásico del camp, ideal para sesiones de medianoche.
Un exabrupto total, que bebe de su propia idiotez para trascender.


Tales son los dictados del sensacionalismo. Y Verhoeven sabe muy bien que es mejor que se hable de uno, aunque sea para mal.
Es lo que se podría llamar una lección bien aprendida.

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