sábado, 24 de octubre de 2009

"Carnivàle"


Única, alocada, incompleta. "Carnivàle" es una de las grandes series de la televisión, y casi nadie lo sabe.
Probablemente, con el tiempo ganará un merecido estatus de culto, pero la HBO la ha relegado tristemente a los márgenes de su catálogo y, de momento, permanece como una joya olvidada, que necesita ser redescubierta.


Calificada como la distancia intermedia entre "Twin Peaks" y "Las Uvas de la Ira", "Carnivàle" reconstruye la Depresión norteamericana desde presupuestos sobrenaturales y misticistas, y adscrita a un tono grandguinolesco, violento y perturbador.


Los "Freaks" de Tod Browning, el alucinado Medio Oeste de William Faulkner y los desasosegantes cuadros de Edward Hopper son referencias indiscutibles, tanto en las formas como en los contenidos.
"Carnivàle" también se nutre de símbolos de la Biblia, de la expresividad de las hagiografías y de la imaginería masónica.


Sumidas en una mitología complejísima, las tramas de la serie resultan, a veces, un confuso popurrí.


Pero la verdadera intención de su creador, Daniel Knauf, fue desplegar un ambiente fascinador, donde realismo, rareza y fantasía se unen. Es decir, demostrar la lección bien aprendida de papá Lynch.


Con semejantes ambiciones, los límites de la televisión se desbordan. "Carnivàle" es más que entretenimiento: quiere ser arte.


El sórdido mundo del circo será escenario y contrapunto de este universo.


Ben Hawkins, un chico pobre y desconfiado, comienza a trabajar como obrero en la itinerante empresa, repleta de fenómenos y fracasados.
Ben se revela pronto como aquel héroe que vive inconsciente de serlo.


Sufre unas horribles pesadillas sobre una contienda de la Primera Guerra Mundial y, además, tiene un extravagante don que guarda como un deshonroso secreto: puede dar vida a lo que está muerto, pero matando a otro ser en el proceso.
No está en ese circo por casualidad; es parte del camino para encontrar su identidad y aceptar su sublime misión.


Lejos de allí, y sin aparente relación, el Hermano Justin, sacerdote metodista, tiene una revelación y decide fundar una iglesia.


Su hermana mayor, Iris, tan devota como él, lo apoya.


Pero la iglesia, diseñada para congregar a los pobres, es misteriosamente incendiada.
El Hermano Justin inicia entonces su descenso a la locura y a la vileza absoluta.


Durante la primera temporada, Ben y Justin evolucionan hasta aceptar sus roles: criatura de luz y criatura de oscuridad, respectivamente.


La segunda temporada será la preparación y la final materialización del titánico enfrentamiento entre los dos, con un Ben más decidido que nunca y un Hermano Justin convertido en el villano más pavoroso jamás conocido.


Más personajes e historias irrumpen en este fresco fascinante.


La tímida Sofie lee las cartas del tarot a través de los mensajes mentales enviados por su madre catatónica.


Mientras, Jonesy, antigua estrella del béisbol, arrastra su pierna, ortopedizada a causa de la lesión que lo condenó a trabajar en el circo.


Por su parte, el enano Samson dirige el negocio, bajo las estrictas instrucciones que recibe de la "Administración", un misterioso ser que se oculta tras las cortinas.


Y 'Stumpy' Dreifuss es el maestro de ceremonias de los stripteases de Rita Sue, su mujer, y Libby y Dora Mae, sus dos hijas adolescentes.


Aparte de desnudarse en público, las tres mujeres también acceden a prostituirse.
Esta familia cobra un dramatismo impactante en dos capítulos consecutivos, que son dos auténticas obras maestras: "Babylon" y "Pick a Number".


"Carnivàle" llega a convencer de que la fealdad y lo horrible pueden ser seductores. Ahí está la secuencia en que Rita Sue besa la deforme rodilla de Jonesy; el repugnante acto se convierte súbitamente en un momento erótico.


La espectacularidad de la serie no sólo se concreta en imágenes, sino también en giros narrativos apabullantes, como el momento en que Iris relata un decisivo suceso de infancia y las imágenes del episodio cobran sentido en un instante.


Originalmente concebida para seis temporadas, la HBO decidió cancelar la serie tras el final de su segundo año.
La suspensión se efectuó sin previo aviso, por lo que quedaron tramas argumentales sin resolver; la indignación de los fans fue apoteósica y todavía dura.


En principio, los ratings del estreno habían supuesto un récord para la cadena, y la audiencia prosiguió notable durante la primera temporada.
Sin embargo, no pudo mantener los mismos resultados en su regreso y el seguimiento fue disminuyendo.


Los jerarcas de la cadena expresaron pronto sus dudas en torno a seguir apostando por esta serie, especialmente costosa.


"Carnivàle" requería una recreación escrupulosa de los años treinta y el rodaje de numerosas secuencias en pleno desierto. De resultas, un presupuesto de cuatro millones de dólares por episodio.


A pesar de que pueda entenderse la cancelación por motivos económicos, es muy triste que la HBO haya decidido olvidar "Carnivàle" por completo.


Es un fenómeno similar al sucedido con "Deadwood", que pasó de ser magnífica obsesión a molestia total; se vestirá de cadena irreprochable, pero nuestra querida HBO ha metido bien la pata en varias ocasiones.


¿Qué habría pasado si "Carnivàle" hubiese podido seguir su andadura? Quizá lo mismo que si Scott Fitzgerald hubiese terminado "El Último Magnate": no habríamos resistido tanta genialidad.


Como Ben Hawkins, no estamos en este circo por casualidad.


Cual espectáculo de carpa, "Carnivàle" da morbo, aterroriza, cautiva y alienta la imaginación. Es una experiencia absoluta que nadie debería perderse.

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