En una fiesta, allá por 1917, Mary Pickford conoció a Douglas Fairbanks.
Ella estaba casada y bien atada, por lo que Mary y Douglas tardarían tres años en formalizar su cuchicheado romance.
Tras un divorcio interminable y ante un público frenético con la sola idea de verlos juntos, Fairbanks y la Pickford se maridaron en 1920.
Fueron la primera pareja celebrity; de cuando el cine era mudo, el público, inocente y las miradas, encandilantes.
Fueron la primera pareja celebrity; de cuando el cine era mudo, el público, inocente y las miradas, encandilantes.
Con personalidades como Mary y Douglas, el cinematógrafo comenzaba a ser cosa de furor mitómano y acontecimiento universal.
Durante una década, se nombraron reyes. Él era el héroe infalible y ella, la candorosa ingenua.
Douglas Fairbanks, todo capa y espada, incorporó a Robin Hood, el Zorro y el Ladrón de Bagdad.
Mary Pickford se vestía de trenzas y orfandad para niñas luchadoras como Pollyanna, Rosita o Ana de las Tejas Verdes.
Mary Pickford se vestía de trenzas y orfandad para niñas luchadoras como Pollyanna, Rosita o Ana de las Tejas Verdes.
La imagen definía a los actores.
Mary y Douglas se limitaban a repetir una y otra vez el mismo drama y la similar aventura, dentro de sus respectivas películas.
Incontables, muchas perdidas.
Mary y Douglas se limitaban a repetir una y otra vez el mismo drama y la similar aventura, dentro de sus respectivas películas.
Incontables, muchas perdidas.
Con tanto caché, su matrimonio se vio como un golpe de Estado contra los mandamases financieros del cine.
Por primera vez, los actores demandaban derechos artísticos con el aval de sus bien ganados cetros.
Fairbanks y la Pickford recordaron que, sin el poder de los intérpretes, el cine era nada.
Fairbanks y la Pickford recordaron que, sin el poder de los intérpretes, el cine era nada.
Crearon la productora United Artists en 1919, a cuya fundación se unieron Charles Chaplin y D.W. Griffith.
La United Artists supuso otro alarde de independencia para gestionar y controlar sus propias obras.
La United Artists supuso otro alarde de independencia para gestionar y controlar sus propias obras.
La exclusiva mansión de Beverly Hills de la pareja se llamó Pickfair.
Fue ese Paraíso deseado por todo el que quería ser alguien en aquel primigenio Hollywood, esa jungla definida según Mary y Douglas.
Fue ese Paraíso deseado por todo el que quería ser alguien en aquel primigenio Hollywood, esa jungla definida según Mary y Douglas.
Eran los majaretas años veinte y, en Pickfair, se celebraban fiestas y se acordaban proyectos.
La leyenda cuenta que allí fue donde Mary subió la ceja de preocupación cuando divisó a la joven Joan Crawford acercándose a su hijastro, Douglas Fairbanks, Jr..
La Pickford sería muy poderosa, pero no pudo evitar que se casaran.
La leyenda cuenta que allí fue donde Mary subió la ceja de preocupación cuando divisó a la joven Joan Crawford acercándose a su hijastro, Douglas Fairbanks, Jr..
La Pickford sería muy poderosa, pero no pudo evitar que se casaran.
Mary y Douglas cortaban cintas de inauguración, botaban barcos y hacían entradas triunfales.
Se revelaban como los mejores flautistas de Hamelin para todo el star-system; el que los acompañaba entonces y el que vendría después.
Los Pickfair fueron los primerísimos en dejar sus huellas en el Grauman Theatre.
Se revelaban como los mejores flautistas de Hamelin para todo el star-system; el que los acompañaba entonces y el que vendría después.
Los Pickfair fueron los primerísimos en dejar sus huellas en el Grauman Theatre.
Douglas fue nombrado inaugural Presidente de la Academia de Hollywood y se encargó de presentar los primeros Premios de la Academia en 1929.
Fue el año decisivo. En lo más alto, Mary y Douglas sintieron la tierra temblar a sus pies.
El país se arruinaba con el derrumbe de Wall Street y se estrenaba "El Cantor de Jazz", donde Al Jolson rompió el silencio del cine para siempre.
Fue el año decisivo. En lo más alto, Mary y Douglas sintieron la tierra temblar a sus pies.
El país se arruinaba con el derrumbe de Wall Street y se estrenaba "El Cantor de Jazz", donde Al Jolson rompió el silencio del cine para siempre.
Al año siguiente, la segunda entrega de los premios de la Academia se vestía preocupada, por la realidad económica y por el advenimiento de los talkies.
Mary Pickford inició la primera campaña de presión e influencia para ganar la estatuilla; otro procedimiento tradicional de la industria hollywoodiense, donde el matrimonio también abrió las aguas.
Efectivamente, Mary lo ganó. La película se llamaba "Coquette", completamente hablada y cuyo rodaje fue un infierno, debido a los nervios de la Pickford ante la novedad.
Efectivamente, Mary lo ganó. La película se llamaba "Coquette", completamente hablada y cuyo rodaje fue un infierno, debido a los nervios de la Pickford ante la novedad.
El público iba a escuchar su voz, bajo una técnica rudimentaria; además, aspiraba a que la audiencia la aceptase interpretando a una mujer y no a una niña.
Nada pudo evitar la ruina artística para Douglas Fairbanks y Mary Pickford, que tuvo su traducción en el colosal fracaso de "La Fiera Domada".
Douglas y Mary intentaron reciclarse para su huidizo público, pero no eran tan excitantes como los nuevos actores, que declamaban sus líneas con rapidez urbana y evitaban el histrionismo.
Douglas y Mary intentaron reciclarse para su huidizo público, pero no eran tan excitantes como los nuevos actores, que declamaban sus líneas con rapidez urbana y evitaban el histrionismo.
A la Pickford nunca se la creyeron sofisticada y madura, mientras los héroes de bigotito y espada de Fairbanks pasaban de moda.
Como primera había sido la fama de Pickfair, también pionera y ejemplar fue su decadencia.
Desaparecieron de los titulares y las marquesinas, mientras el matrimonio se deterioraba.
Como primera había sido la fama de Pickfair, también pionera y ejemplar fue su decadencia.
Desaparecieron de los titulares y las marquesinas, mientras el matrimonio se deterioraba.
Las escapadas de Douglas a Europa desvelaron a Mary. Ésta le pidió finalmente la separación cuando trascendió la aventura que Fairbanks mantenía con la socialité Lady Sylvia Ashley.
En 1934, Douglas Fairbanks intervenía en su última película, "The Private Life of Don Juan", rodada y producida en Gran Bretaña.
En 1934, Douglas Fairbanks intervenía en su última película, "The Private Life of Don Juan", rodada y producida en Gran Bretaña.
Se retiró, pero nunca perdió la esperanza de regresar. Su frenética actividad física, obsesionado por recuperar su esbelta figura, fue determinante para el agotamiento de su corazón.
"Nunca me he sentido mejor", dijo una noche de 1939 y se echó a dormir. Jamás despertó.
Tenía 56 años.
"Nunca me he sentido mejor", dijo una noche de 1939 y se echó a dormir. Jamás despertó.
Tenía 56 años.
Mary Pickford se refugió en el alcohol, adicción arrastrada por sus familiares, a quien cumplió debida herencia.
Entre tragos de infelicidad y recluida en la mansión Pickfair, encontró tiempo para casarse con el músico y actor Buddy Rogers, al que permaneció unida hasta que lo dejó viudo en 1976.
Entre tragos de infelicidad y recluida en la mansión Pickfair, encontró tiempo para casarse con el músico y actor Buddy Rogers, al que permaneció unida hasta que lo dejó viudo en 1976.
Adoptaron dos hijos, y la relación de Pickford con ellos fue durísima durante toda su vida; una mujer triste y dipsómana, incapaz de proveer amor maternal.
Se la vería por última vez aceptando un Oscar honorífico.
Se la vería por última vez aceptando un Oscar honorífico.
En la ceremonia de los dorados premios del pasado domingo, Douglas Fairbanks apareció nombrado en el discurso de Jean Dujardin, a tenor de "The Artist".
En la platea, aplaudía la alternativa posmoderna de Mary y Douglas. Nada menos que Brangelina.
En la platea, aplaudía la alternativa posmoderna de Mary y Douglas. Nada menos que Brangelina.
La historia que nos cuenta "The Artist" está, sin duda, inspirada en la caída de Pickfair, pero se preocupa de concederle un simbólico happy ending a quienes no lo tuvieron.
Mary Pickford y Douglas Fairbanks nunca encontraron tiempo para un claqué final.
Dejaron paso, a empujones y con resignación, mientras experimentaban esa desazón que trae el instante donde se apagan focos tan deslumbradores.
Con ellos, nació gran parte de la excitación por el cine. Sin ellos, moriría también un poco.