sábado, 23 de enero de 2010

"Deadwood"


"Deadwood" puede ser vista como una sofisticación del western, o bien, como una mirada desmitificadora a la Historia norteamericana.
Cual producto HBO, la recreación es escrupulosa y la ejecución, comprometida, crítica y sin tapujos.


No hablamos de una serie de fácil entrada, pero la paciencia se ve recompensada con un drama extraordinario, de luminosa violencia.


Ambientada durante los turbulentos años setenta del siglo XIX, la acción transcurre en el poblado de Deadwood, construido a tenor de los yacimientos auríferos que explotan en los márgenes.


Emblema de la ciudad sin ley, pendiente de ser asimilada a los Estados de la Unión, Deadwood es un lugar sórdido y sucio, habitado por hombres brutales y mujeres degradadas en la prostitución.


El rey fáctico se llama Al Swearengen, temible dueño del saloon, exquisito político y compleja bestia.
Sus salvajes métodos para mantener el control empiezan a chocar con los recién llegados.


Por un lado, la viuda Alma Garret y la niña huérfana Sofia, primeras víctimas de la crueldad de Swearengen y supervivientes de sus fechorías.


Por otro, el pistolero Wild Bill Hickock y su séquito, donde se incluye Calamity Jane; un grupo síntoma de la decadencia de las glorias del pasado.
Y por último, Sol Star y Seth Bullock, que se asientan como los ferreteros del lugar.


La valentía de Seth Bullock lo convierte en el hombre de honor de Deadwood, destinado a ser su sheriff y perseguir así las tropelías de los cazafortunas del poblado.


La oposición entre Bullock y Swearengen es inmediata, especialmente cuando el primero se convierte en el interlocutor de los intereses de Alma Garret.


En el horizonte, aparece un nuevo hombre brutal, Cy Tolliver, que establece otro saloon, de aspecto más refinado.


Tolliver se revela pronto como un desequilibrado sin escrúpulos; insaciable tercero en discordia en las disputas entre Swearengen y Bullock.


Dichas disputas encuentran su materialización en la explosiva season premiere de la segunda temporada.
Al y Seth ruedan por el suelo, en una lucha sin tregua.


Sin embargo, el amanecer de un agente externo, un peligro real y aún más corrupto que cualquiera de los conocidos, provoca una extraña alianza entre Swearengen y Bullock.


Ese peligro se llama George Hearst, multimillonario hecho a sí mismo, que envía a sus representantes para establecer sus intereses en el oro de la región.


Esta segunda temporada culmina con una boda celebrada entre el jolgorio popular, lo que evidencia que Deadwood es ya una ciudad naciente y necesita estar unida para sobrevivir.


En el tercer año, se produce la llegada de George Hearst, implacable canalla que pone en peligro a todos los personajes.


La ley común, las reacciones viscerales, la lucha doméstica por el poder, la navaja enseñada en primer plano, elementos definitorios de los seres de Deadwood, deben ceder el paso ante las oscuras y sutiles corruptelas del capitalismo, ejemplificadas por Hearst.
Porque "Deadwood" es, en definitiva, un ejercicio de ambigüedad.


El villano Swearengen acaba convirtiéndose en un mal menor ante la posible destrucción de la ciudad, y hasta la Viuda Garret acabará por acercarse a él.


Asediada por los costes de producción, la HBO propuso a David Milch que la cuarta temporada quedase reducida a ocho capítulos.


El creador se negó en redondo y llegaron a un acuerdo intermedio: culminar la serie con dos Tv-movies.


Pero el tiempo ha pasado y parece que esas dos Tv-movies de clausura jamás serán realizadas, por lo que "Deadwood" ha quedado incompleta.
En todo caso, y al igual que sucede con "Carnivàle", la experiencia merece la pena.


Una serie sobresaliente por muchos motivos, desde su impecable diseño de producción hasta el sublime dialogado de sus guiones, "Deadwood" recibió un aplauso unánime desde su estreno.


Los mayores elogios se los llevó Ian McShane, veterano actor británico, nunca tan celebrado antes de incorporar ese Al Swearengen formidable.


Pero nadie del resto del inmenso reparto desmerece.
Como personales favoritas, nombramos a Robin Weigert, que compone una patética y entrañable Calamity Jane, y a Kim Dickens, que interpreta con una sensibilidad maravillosa a Joanie Stubs, arrepentida prostituta en eterna vía de enmienda.


Para habituales buscadores de oro televisivo, "Deadwood" es una brillante mina que no deberían perderse.

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