domingo, 6 de diciembre de 2009

Rosalind


Dama de talento, actriz de sonrisas y diva total.
Quizá sea una perfecta desconocida para los no iniciados en el cine clásico de Hollywood; para los que tenemos el gusto, Rosalind Russell es más que digna de recuerdo.


Nunca fue bella, pero no le hizo falta. Tenía carisma y estilo para convencer a cualquiera.


Su primer gran papel cinematográfico fue aquella perra cotilla llamada Sylvia Fowler en "Mujeres", de George Cukor.


Con los vestidos más estrafalarios y sacando cómico partido de su físico un tanto desgarbado, la Russell sobresalió en el inmenso reparto de esa dorada farsa femenina.


Al año siguiente, reafirmaba su habilidad para la comedia con "His Girl Friday" (Luna Nueva), adaptación de la periodística "Primera Plana".


Junto a Cary Grant, Rosalind formó una pareja mítica de la screwball.
Nuevamente, todo fueron elogios para esta Rosalind de armas tomar, que no se acobardó por el gran Cary.


"His Girl Friday" la reafirmó en el estrellato, pero la encasilló.
Durante cierto tiempo, la Russell vivió adosada a la etiqueta de mujer independiente y profesional, que tanto llamaba la atención en aquella época.


Rosalind acabó cansada de interpretar a señoritas ejecutivas que trabajaban en oficinas con skylight neoyorquino.


Compaginando los escenarios de Broadway con películas cada vez más ambiciosas, Rosalind se obsesionó por conseguir el Oscar.
Pero sus esfuerzos sólo fueron recompensados con nominaciones.


En 1955, aparecía en "Picnic", como la maestra de escuela reprimida que le arranca la camisa a William Holden.
Los productores querían proponerla en la categoría de actriz de reparto para la Academia, pero ella, en un ataque de orgullo, se negó.


Quería ganarlo como actriz principal.
Nunca lo consiguió. Sólo en el otoño de su vida, recibiría una estatuilla Jean Hersholt por sus labores humanitarias.


Sin embargo, el mito no se construye con trofeos de oro, sino con momentos apoteósicos. Todavía faltaba ver a Rosalind Russell como la Tía Mame.


Boquilla, pieles y hedonismo; "Auntie Mame" fue un hito en Broadway.
La Tía Mame, excéntrica señora de aventuras maravillosas, hada madrina divertídisima, contraria a la represión y al aburrimiento, convirtió a Rosalind en un duradero icono gay.


Durante los dos años que la interpretó en los teatros, recibió encendidos aplausos, y la traslación cinematográfica supuso su último gran éxito en la pantalla.


Restaron buenos momentos, como su abrasiva Mama Rose de "Gypsy".


Pero ella ya sabía cuál sería su papel más recordado.
Por la calle, todos la llamaban Tía Mame. Así la querían.

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