Os presento a la diva del cloro. Esther Williams se sumergía en la piscina, nadaba, buceaba y sonreía a cámara, aguantando la respiración y sin perder la capa de maquillaje que le brindaba la Metro.
El público la adoraba.
El público la adoraba.
Hoy suscita risitas malvadas, pero no hay que tomarse a Esther a la ligera.
En su época de esplendor, Esther Williams era indispensable, porque fomentaba el escapismo.
En un mundo triste, en guerra y en reconstrucción, ¿qué mejor idea que diseñar un vergel de Technicolor y burbujas? En aquellos años cuarenta, el verano era sinónimo de Esther Williams.
En su época de esplendor, Esther Williams era indispensable, porque fomentaba el escapismo.
En un mundo triste, en guerra y en reconstrucción, ¿qué mejor idea que diseñar un vergel de Technicolor y burbujas? En aquellos años cuarenta, el verano era sinónimo de Esther Williams.
Sus películas responden al mismo patrón: comedias de equívocos, que llevan necesariamente a un portentoso número musical final, ambientado en piscinas, mares y demás aguaparks. Esos momentos de artificio y colorín definen el kitsch de más alto nivel.
Ella ha comentado que lo que cambiaba de una película a otra eran dos únicos elementos: el galán y el agua de la piscina.
Pero su título más distinguido es, indudablemente, "La Hija de Neptuno". Contiene esa memorable invitación al sexo en forma de canción: "Baby, It's Cold Outside".
Ella ha comentado que lo que cambiaba de una película a otra eran dos únicos elementos: el galán y el agua de la piscina.
Pero su título más distinguido es, indudablemente, "La Hija de Neptuno". Contiene esa memorable invitación al sexo en forma de canción: "Baby, It's Cold Outside".
Esther nunca hubiese podido interpretar a Lady Macbeth o a Leonor de Aquitania. Pero no es de eso de lo que estamos hablando.
Nunca ha habido una sirena cinematográfica más genuina que la Williams.
Por eso, nadie puede juzgar el mérito indiscutible de los chapuzones de Esther Williams. Su energía infectaba los corazones de sus espectadores, que creían ciegamente que la felicidad consistía en vivir en una isla paradisíaca con ella.
Nunca ha habido una sirena cinematográfica más genuina que la Williams.
Por eso, nadie puede juzgar el mérito indiscutible de los chapuzones de Esther Williams. Su energía infectaba los corazones de sus espectadores, que creían ciegamente que la felicidad consistía en vivir en una isla paradisíaca con ella.
La espera mereció la pena y la diva no es más oportuna en este finde playero.
ResponderEliminarUna nadadora que como Weissmuller cayó en las redes de estrellas de la Metro.
Simpática y pizpireta, desde luego que nos cautivó a todos. Hoy día posa con bañadores de su firma con sonrisa de abuelita mientras abraza a su hijastro Lorenzo Lamas.
¡Y esas coreografías de Busby Berkeley...!
ResponderEliminarEstas pelis están genial para la sesión de tarde del sábado o el domingo. Hace no mucho vi Llévame al partido y no me dormí en el sofá, cosa extraña porque doblo como nadie a la hora de la siesta jajajajaja
ResponderEliminarPor cierto, Lorenzo Lamas siempre la ha adorado y la considera su madre, aunque fuese Arlene Dahl la madre que le parió.