sábado, 9 de enero de 2010

"The Golden Girls"


Los mejores éxitos nacen del riesgo.
Proponer una serie sobre la convivencia y desventuras de cuatro señoras de apreciable edad provoca, a la fuerza, una sensación de pavor en cualquier ejecutivo de televisión.
Pero alguien apostó por "Las Chicas de Oro". Y el resto, es historia de los ochenta.


"Las Chicas de Oro" es una sitcom clásica y de funcionamiento prototípico. Es decir, escenas graciosas y enredos cómicos que se resuelven en menos de treinta minutos.
Pero, en esta ocasión y de entrada, sólo el aspecto de la serie arranca la sonrisa y asegura el confort.


Ambientada en un luminoso apartamento de Miami, enseguida queda claro que nada malo puede suceder en el mundo de "Las Chicas de Oro".
Sus cuatro protagonistas conforman un póker de damas rumbosas, cuyos caracteres se encuentran y se enfrentan en sus aventuras cotidianas.


La risa se halla en la potenciación de la marcada personalidad de cada una; la carcajada, cuando se las embarca en situaciones teóricamente impropias de su edad.
Valga el ejemplo el memorable episodio en que Dorothy, Blanche y Rose son confundidas por unas prostitutas.


Las situaciones de "Las Chicas de Oro" se vertebran normalmente a través de la oposición creada entre la candidez de Rose y la calentura de Blanche, mediada con el refunfuño de Dorothy y rematada con la observación marciana, nihilista o directamente hiriente de Sophia.


La serie habla de la amistad y de la necesidad de aprovechar la vida hasta la última gota, pero también de que los miedos y los defectos no se curan solos.


Asunto que se evidencia cuando se reflejan los temores de Rose, el orgullo pueril de Blanche y los conflictos madre-hija entre Dorothy y Sophia.
Nunca es tarde, dice "Las Chicas de Oro", para vivir y para cambiar.


Las chicas se quieren mucho y se necesitan manifiestamente.
Pero sitcoms como ésta funcionan cuando sus personajes se comportan como miserables, se hacen la puñeta, actúan con cobardía y pretenden irse de rositas ante los problemas. Es donde está lo divertido.


Otro aspecto que distingue "Las Chicas de Oro" de entre el mundo sitcom nace de una peculiaridad propia de las viejas: han vivido mucho y, por tanto, tienen mucho que contar.
La serie no duda en parodiar la batallita.


Las historias del Saint Olaf de Rose, la evocación de la Sicilia de los años cuarenta que conoció Sophia y las encendidas epopeyas sureñas de Blanche están diseñadas para comprometer la paciencia de Dorothy y para asegurar la risa en el espectador.


"Las Chicas de Oro" duró siete temporadas y fue reina televisiva en todo el mundo.
Sus geniales actrices pasaron de ser catódicas habituales a convertirse en unas divas totales.


Cuando Bea Arthur manifestó su cansancio, los productores decidieron terminar la serie, y trasladar a Estelle Getty, Betty White y Rue McClanahan a un spin-off.
"El Palacio de Oro" no tuvo la misma resonancia, entre el agotamiento de la fórmula y las consecuencias de continuar la aventura golden girl sin una de sus piezas.


"Las Chicas de Oro" abrió las aguas para muchos shows femeninos y es el modelo evidente del que han bebido series como "Sex and The City" o "Mujeres Desesperadas".
Todavía se mantiene como un paraíso de cabelleras lacadas, galanes de pelo cano y chándales fluorescentes.
Y tartas de queso, of course.

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