La cursilería alude a la finura equivocada, a la pretendida elegancia.
Popularmente, se usa, ante todo, como la definición perfecta del exceso sentimental. En ese caso, la cursilería se vería como una degeneración del espíritu del Romanticismo, o, más generosamente, como su desviación kitsch.
Lo cursi es artificial; por ese carácter operático y antinaturalista, suscita la burla ajena.
Ejemplo paradigmático del choque lo representan Sandy y Rizzo en "Grease"; la recatada heroína contra su antagonista marimacho. Ésta no duda en reírse de los modales endomingados y de la limpia apariencia de la rubia Sandy.
La distancia entre sentimental e insoportable es muy poca y bastante difusa. Un ejemplo de la facilidad de rebasar el límite sería el repertorio de los Bee Gees; la equilibrada "How Deep is Your Love" podría considerarse una canción preciosa, mientras otra como "Too Much Heaven" sería precisamente too much Heaven.
En cualquier caso, lo cursi sabe deslizarse sagazmente en el público y ha tenido momentos de gloria.
Hollywood lo sabe. Cuando no ha podido ser elegante, cuando no ha querido ser natural, ha sido terriblemente cursi.
La cota más alta la alcanzó muy pronto, con las películas protagonizadas por Jeanette MacDonald y Nelson Eddy; en esencia, operetas de almidón y peluca, beneficiadas de las voces líricas de sus protagonistas, que hacían del gorgorito una cultura propia.
La inenarrable pareja de ruiseñores se confesaba sus enardecidos y muy explicitados sentimientos en escenarios rococós, con la ingenuidad y el candor como mejores armas.
A simple vista, hoy sería impensable una película de Jeanette y Nelson, pero, en cambio, el espíritu esencial se mantiene y sigue conquistando a las audiencias.
No hay que ir muy lejos: "Crepúsculo" es cursi.
Robert Pattinson y Kristen Stewart no irán vestidos como baldaquinos a la manera de MacDonald y Eddy, pero beben de la misma fuente: la creencia de que el amor y la castidad pueden ir de la mano.
En España, la mayor concentración de cursilería en la pantalla fue garantía de la productora Cifesa, imitación franquista de la Metro Goldwyn Mayer.
Cifesa era experta en vender polilla, haciéndola pasar por alta cultura, con sus melodramas historicistas y sus adaptaciones literarias, de diálogo pomposo y acartonada sensibilidad.
Es bien sabido que la cursilería otorga un genuino placer culpable, al ser vértice imprescindible del kitsch.
Es bien sabido que la cursilería otorga un genuino placer culpable, al ser vértice imprescindible del kitsch.
La obra maestra recurrente es "Sonrisas y Lágrimas" (The Sound of Music), que, como bien indica el crítico Leonard Maltin, "llámala cursi si quieres, pero esta película ha satisfecho más a la audiencia que casi cualquier otra".
Lo mismo podría aplicarse a clásicos de lo rosáceo como "Mujercitas" o "Cita en San Luis", y a éxitos más recientes como "Titanic". En ésta, sus protagonistas se lanzan sin complejos al diálogo romanticón a las pocas horas de conocerse.
El anime japonés se ha aventurado sin ningún tipo de recato en los terrenos del folletín artificioso, afeminado y lacrimógeno.
La contundente respuesta del público a títulos como "Candy Candy", "Heidi" o "Lady Oscar" lo deja claro: lo cursi vende y hasta encanta.
Cursis son las operetas y las canciones pop que abusan del sha-la-la y del uoh-oh. También lo eran los Carpenters y los Air Supply, y siempre lo ha sido Barbra Streisand.
Cursis eran las actrices que protagonizaban historias de renuncia romántica, con la ceja levantada y el peinado cortesía de Sydney Guilaroff.
Cursi era Jacques Demy y también muchos musicales clásicos, especialmente los ambientados en el Oeste.
Cursis son las soap operas, las telenovelas hispanoamericanas, las actrices francesas cuando lloran y las películas con niño.
Y, ahora que lo pienso, yo también soy cursi. Oh, my.
Y, ahora que lo pienso, yo también soy cursi. Oh, my.
Me uno al cursi club.
ResponderEliminarUh, y las cosas que le faltaron: Celine Dion, Michael Bolton, las películas de Disney de los 40´s, 50´s y 60´s, Rocío Dúrcal, las canciones principales del manga japonés, la actitud de Mariah Carey, Sarah Brightman cuando canta con voz de niñita, las lágrimas de Lucero en el Teletón de México....y un largo etcétera. Pero bien tiene razón, lo cursi conmueve, vende y mueve masas.
ResponderEliminarMe uno al club de los cursis, porque me encanta ser cursi, creo que porque crecí con esas series infantiles cursis, pero el caso es que me gusta.
ResponderEliminarYo defiendo la cursileria como todo un movimiento, que no confundir con el pijerío tipo Tamara Falcó por favor!
ResponderEliminarLos musicales de los 40 y 50 son el máximo exponente de este culto, y yo nomino a Magnolia como el musical más cursi de la historia...
Por cierto, adoro la cursileria de Sandy de Grease, pero la verdad es qeu siempre preferí ser Rizzo...;)
Un saludo Montez, me alegro de que hallas vuelto!
a mi no me molesta lo cursi siempre y cuando venga en dosis moderadas por que una cosa es lo cursi y otra la cursileria
ResponderEliminarcursi será, para quien le cuadre
ResponderEliminarcada quién su anfetamina o su almíbsr
por ejemplo, doris day, julie andrews o rocío dúrcal, pueden (y deben cocerse aparte). si quedan como cursis, allá el que las incluya.
La quintaesencia de lo cursi podría ser Debbie Reynolds en Dominique o Rocío Durcal en Más bonita que ninguna.
ResponderEliminarCuánto cursi confeso, qué maravilla. Besos azucarados para todos.
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