Los años setenta aclamaban a Bob Marley como la primera súper estrella del Tercer Mundo.
Más allá de la alucinada Jamaica descrita por Jean Rhys, Marley puso en el mapa aquella isla conquistada, revendida y dejada en el umbral de la pobreza tras la decadencia del colonialismo.
Más allá de la alucinada Jamaica descrita por Jean Rhys, Marley puso en el mapa aquella isla conquistada, revendida y dejada en el umbral de la pobreza tras la decadencia del colonialismo.
A través de la música, el insolente Marley hablaba de amor, amistad, marihuana, Dios, injusticias, países olvidados, racismo y el eterno retorno a África.
Con el porro y los dreadlocks como seña de identidad, el señor Marley llevó su infeccioso reggae a lo más alto de las listas internacionales y la ideología Rastafari se convertía en el último capítulo de la era hippie.
Con el porro y los dreadlocks como seña de identidad, el señor Marley llevó su infeccioso reggae a lo más alto de las listas internacionales y la ideología Rastafari se convertía en el último capítulo de la era hippie.
Con el tiempo, sus temas se hicieron más claramente políticos, fruto de su participación en causas mundiales contra la pobreza, la oligarquía blanca y los restos mentales y culturales de la esclavitud negra.
Cuando murió a los 36 años, Marley dejaba una estirpe de trece hijos, una conmoción absoluta en Jamaica y la acertada sensación de que no habría otro igual que él.
Cuando murió a los 36 años, Marley dejaba una estirpe de trece hijos, una conmoción absoluta en Jamaica y la acertada sensación de que no habría otro igual que él.
En los noventa, el regreso de la estética hippie supuso también la vuelta de Bob Marley, y su reeditado catálogo musical volvió a hacer furor.
Porque Marley no es sólo un guiño o una imagen para adornar camisetas y seriaciones pop.
Sus canciones son absolutamente fabulosas, tan seductoras, vitalistas y tristes como Jamaica, la isla donde nació y que pintó a su manera, para enseñársela al mundo entero.
Sus canciones son absolutamente fabulosas, tan seductoras, vitalistas y tristes como Jamaica, la isla donde nació y que pintó a su manera, para enseñársela al mundo entero.
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