Por definición, el cine de Hollywood es psicoanalítico. En su lógica causa-efecto, las teorías del pasado como factor determinante de los actos del presente encajan como un guante.
Sin embargo, la restricción moral y censora dejaba a estas historias siempre a medio camino. Normalmente, el abuso sexual como trauma infantil se reemplaza por todo lo contrario. Se sustituye por un desprecio temprano por parte del progenitor; un conflicto edípico que azota la personalidad perturbada del personaje de turno.
Es por eso que "Secreto Tras la Puerta", revisión del mito de Barbazul, se queda corta en su resolución.
Dirigida con sofisticación por Fritz Lang, la tensísima atmósfera aboca a un final algo decepcionante.
La degeneración absoluta se hizo patente en "Una Mujer en la Penumbra" (Lady In The Dark), de Mitchell Leisen, con Ginger Rogers como una frígida empresaria, que se somete a terapia.
Los sueños y alucinaciones de la protagonista, concebidos como recargados y sobreproducidos números musicales, componen una de las cotas más altas de la sensibilidad basuresca a la que Hollywood era adicto en ocasiones.
En "Una Mujer en la Penumbra", la simbología se convierte en iconografía barata; el trauma se confunde con trama y se resuelve con convencionalismo y misoginia.
La explicación de que la maldad y la depresión obedecen a todo el kitsch que reside en tu mente se convirtió en un cliché del cine clásico, que han heredado los contemporáneos.
Especialmente, en el terreno del telefilm, donde la psicología sigue usándose como infalible 'tic' dramático.
El ejemplo paradigmático lo compone la serie de melodramas y thrillers de los años cuarenta. El gusto de los norteamericanos post-Segunda Guerra por el freudianismo era evidente y se convirtió en toda una moda.
La película que mejor lo define es "Recuerda" (Spellbound), de Alfred Hitchcock, ambientada en un sanatorio mental de lujo y con Ingrid Bergman dispuesta a interpretar todo lo que Gregory Peck guarda bloqueado en su mente.
Para Freud, el acto inconsciente y el sueño están llenos de símbolos, que hablan de traumas de infancia, de violencia y de represión sexual.
Evidentemente, Hitchcock tenía ante sí todo un festín para su paladar morboso.
Evidentemente, Hitchcock tenía ante sí todo un festín para su paladar morboso.
Y "Recuerda" se convirtió en el compendio frívolo de la psicología freudiana, por excelencia.
Con ese sueño diseñado por Salvador Dalí y esa cara de profunda que ponía la Bergman para diagnosticar al guapísimo Peck, "Recuerda" es una película tan tonta como irresistible.
Con ese sueño diseñado por Salvador Dalí y esa cara de profunda que ponía la Bergman para diagnosticar al guapísimo Peck, "Recuerda" es una película tan tonta como irresistible.
Sin embargo, la restricción moral y censora dejaba a estas historias siempre a medio camino. Normalmente, el abuso sexual como trauma infantil se reemplaza por todo lo contrario. Se sustituye por un desprecio temprano por parte del progenitor; un conflicto edípico que azota la personalidad perturbada del personaje de turno.
Es por eso que "Secreto Tras la Puerta", revisión del mito de Barbazul, se queda corta en su resolución.
Dirigida con sofisticación por Fritz Lang, la tensísima atmósfera aboca a un final algo decepcionante.
La degeneración absoluta se hizo patente en "Una Mujer en la Penumbra" (Lady In The Dark), de Mitchell Leisen, con Ginger Rogers como una frígida empresaria, que se somete a terapia.
Los sueños y alucinaciones de la protagonista, concebidos como recargados y sobreproducidos números musicales, componen una de las cotas más altas de la sensibilidad basuresca a la que Hollywood era adicto en ocasiones.
En "Una Mujer en la Penumbra", la simbología se convierte en iconografía barata; el trauma se confunde con trama y se resuelve con convencionalismo y misoginia.
La explicación de que la maldad y la depresión obedecen a todo el kitsch que reside en tu mente se convirtió en un cliché del cine clásico, que han heredado los contemporáneos.
Especialmente, en el terreno del telefilm, donde la psicología sigue usándose como infalible 'tic' dramático.
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